"Mapillaryando" en cantinas de San José

– por Marcia Ugarte y Joaquín Lizano

Un sábado por la tarde resultó ser el momento perfecto para que un grupo de personas se juntara en San José para iniciar la labor de contribuir al mapeo libre esta vez de cantinas del centro de la capital. Cantina en Costa Rica hace referencia a un bar popular, que posiblemente tenga sus añitos, sin aires snobs y que tiene alcohol y comida a buen precio, o solo alcohol.

Este grupo sacrificado trazó un plan de visita y mínimas normas para el proceso de mapeo: tomar máximo una cerveza en cada sitio y comer donde se pudiera ojalá una boca conocida del bar correspondiente. La ruta inició en El Gran Vicio, cantina de toda la vida dentro del Mercado Central; continuó al Ballestero, la única cantina que queda en una de las cuatro esquinas de entrada al San José de antaño y que dicen tiene uno de los mejores chifrijos; luego pasamos a La Embajada, bar chirrión con una barra larga larga y famoso por el gallo de chorizo; después le tocó al turno a El Faro, cantina de 3 pisos con hora feliz de cerveza a menos de mil colones y buena costilla; el siguiente fue La Bohemia, después Wongs y lxs últimxs valientes terminaron de madrugada en Area City.

Detallando el recorrido, el punto de inicio, “El Gran Vicio”, es probablemente una de las cantinas más viejas de San José. Ubicado en el Mercado Central de la ciudad, abrió sus puertas en 1880. Podríamos decir que es tan viejo que pareciera que es solo para hombres. El orinal está en una esquina del bar y la puerta no cierra ni abre, está como medio puesta y no resguarda aquella privacidad que se espera de un servicio sanitario. ¿Baño de mujeres? no hay. La pared opuesta a la barra de este espacio, que funciona como un pasillo debido a su estrechez, está llena de firmas, mensajes y memorias gráficas.

  • clientela que se conoce entre sí, algunos con sus uniformes de trabajo del mercado
  • el cantinero no era muy amable con los extraños (nosotros…)
  • es un bar de paso (paso a tomarme una cerveza y/o un trago y me voy)
  • interesante experiencia

De ahí partimos al “Ballestero”. Pocas cantinas tienen plantas naturales a la entrada. Seña que vamos por una experiencia diferente. Está situada en una de las esquinas del cierre de la calle ancha que da entrada a la ciudad capital desde el Norte. Desde la mesa de la esquina consumimos felices las bocas (dar fe que los patacones con frijoles son de lo mejor de la ciudad) mientras admiramos la bola disco de espejitos en el centro del techo (sin luces dirigidas, sin mecanismos para que gire), un antojo de los dueños para dar simbolismos fiesteros al lugar. Tal vez no combina la bola con la colección de vasos y las fotos familiares en la paredes, tal vez ese es justo el estilo que andaban buscando.

  • música texmex
  • chilera de la casa
  • tarjetas de crédito no bienvenidas (pero aceptadas si se insiste mucho)
  • mejor llevar cash

Debería haber también mención a los trayectos. Las caminatas de unxs jóvenes (y otros no tanto) caminando con sus celulares en posición horizontal y más arriba de sus cabezas, grabando el camino, siguiendo a su “líder” que camina con un báculo tecnológico con un ojo en las alturas. Digamos que no pasamos desapercibidxs por el público josefino. Posiblemente si unx nos viera pasar así de la nada… seguramente que tampoco sabría qué pensar… turistas, extraterrestres, geeks haciendo una peli/docu de chepe, buscando pokemones…?

El siguiente bar fue “La Embajada” que terminó siendo denominada la nueva embajada de Mapillary en Costa Rica. Su principal característica es la barra enorme que abarca gran parte del espacio y que da la impresión de que si nos animamos a llegar al final nos comerá la oscuridad, pero no. El fondo está repleto de mesas y hay suficiente espacio para todo el grupo y un mariachi que se acomoda al final de la barra. Realmente sorprende que exista un espacio tan grande y que fácilmente unx pase por fuera sin darse cuenta de lo que hay dentro.

  • la birra a 900 parece que era una publicidad vieja que no han eliminado. Costaba 1000
  • barra muy larga
  • los gallos de chorizo o salchichón vienen sin tortilla
  • mariachi compite con “música de cabina”
  • no se separan cuentas
  • muy concurrido

Seguimos el trayecto en un atardecer que afectaba, dada la cada vez menos luz, la posibilidad de mapear al caminar; pero “sacrificadamente” hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para no frenar el mapeo. Caminamos por el puro centro de Chepe y llegamos al Faro. Una vieja edificación de tres pisos con vista al sur de San José. Ya cuan lejos logre ver unx desde este faro dependerá, entre otras cosas, de cuanto se enfieste en el lugar. Cada piso es un ambiente; de hecho, el tercer piso es para fiestas y no está abierto normalmente. Abajo estaba lleno por lo que fuimos al segundo piso, que además tenía un rock/pop ochentero apreciado por la mayoría del grupo. Las ventanas abiertas generaban un nivel de ventolero que, de querer enviajarse, podria referir al faro y ambientarse unx quien sabe donde.

  • buena atención
  • separan cuentas
  • aceptan tarjetas
  • distintos ambientes
  • buena música

Ya enrumbados (más de rumba que de rumbo) bajamos una cuadra y llegamos a La Bohemia. Cantina de tradición hasta para algunxs de lxs miembrxs del grupo mapeante.

  • fácil sentirse bienvenidx en el lugar
  • fuerte conexión entre los clientes habituales
  • hasta nos regalaron del queque de un cumpleaños que estaban celebrando
  • pocas bocas
  • separan cuentas
  • aceptan tarjetas

Ya para esas horas de la noche, el trayecto se hacía inmapeable pero la intención sacrificada no se acababa. Fuimos a chequear otro par de lugares que podríamos incluir en futuras misiones. Wongs es un restaurante más que una cantina y en lugar de bocas fueron dumplings, generando un momento de excepción en la ruta. Terminamos en la madrugada del día siguiente en Area City celebrando ya un cumpleaños de alguien de nuestro grupo mapeante. Gran salida que, de seguir con ese espíritu festivo, puede generar muchxs sacrificadxs voluntarixs futurxs que nos permitan conocer más de esas cantinas tradicionales que aún quedan en San José.

La embajada de Mapillary en Costa Rica