El otro día escuché un pájaro mientras iba caminando por el barrio. Traté de buscarlo pero no lo encontré. Quería saber qué pájaro era. Sabía que lo había escuchado antes, pero me fue imposible reconocerlo únicamente por el sonido. Cuando llegué a la casa me quedé pensando en esto y me entristeció. Sé muy poco de las especies que conviven conmigo. Aunque escucho a diario el canto de pájaros y en ocasiones los observo, por lo general los ignoro.
Es decir, sí. Puedo reconocer pájaros como el yigüirro o el pecho amarillo, pero tambaleo cuando sólo escucho sus cantos. No sé. ¿No les parece triste pensar que sabemos más de personas que nunca conoceremos que de animales con los que compartimos nuestra existencia a diario? Y es que, Costa Rica es un país diverso. De hecho se estima que es el país con mayor cantidad de especies por km2 en el mundo. Y sólo conozco el sonido que emiten o cómo se ven si acaso unas pocas especies.
Resiliencia orgánica
Vivimos una guerra invisible con el ecosistema. Construimos calles, edificios y casas. Ocupamos sus hábitats. Y aún así los animales se siguen adaptando. Conviven con la invasión agresiva con la que les atacamos. Todavía recuerdo a mis tatas decir: “aquí no había nada”, mientras pasamos por una gasolinera, un centro comercial o, aún más triste, un parqueo.
No son sólo relatos. El concepto de planificación urbana que hay se queda corto con el entendimiento urbanístico-ambiental y ecológico del presente. Y es que en 40 años la densidad poblacional en la Gran Área Metropolitana (GAM) se triplicó. Somos muchas personas en un espacio muy pequeño del país. Para ponerlo en perspectiva, la GAM equivale a un 4% del territorio nacional, pero casi la mitad de Costa Rica vive acá. O sea, 2.6 millones de personas: dormimos, comemos, nos movemos, hablamos, nos divertimos, cogemos, sentimos y hacemos vida. ¿Por qué asumimos que nos merecemos esto a costa de tantas especies?
Los humanos somos egoístas. Acaparamos los recursos naturales de todas las especies para nuestro beneficio. No les dejamos más opción que adaptarse. No es raro ver nidos de pájaros en árboles de algunos parques, en patios de casas, columnas de edificios o hasta en postes de luz. Y si no los vemos, por lo menos los escuchamos. En especial en la mañana o al final de la tarde. Pero ahí están. Conviven con nosotros.
¿Nos importa la naturaleza?
Si partimos del hecho que diseñamos el mundo que vivimos. Desde los semáforos hasta las leyes que gobiernan nuestra vida social. Me pregunto ¿hemos incluido la naturaleza en nuestros diseños urbanos? Por ejemplo, hay un estudio de 15 parques del Cantón Central de San José donde medían la relación entre el área gris y la zona verde en los parques. Y determinaron que sólo un 6,67% de los parques tienen mayor zona verde que área gris. Esto me hace preguntar ¿cuál es nuestro concepto de un parque?
Lo más impresionante del estudio es que el 83% de las plantas en esos “parques” son exóticas. Es decir, ¿cómo teniendo tanta diversidad nativa, sembramos plantas que no son originarias o incluso ni siquiera están adaptadas a este clima? Agh. Es difícil explicar lo que me provoca esto. Pero se parece a lo que siento cuando sé que hay gente que come gallo pinto de McDonalds, teniendo una gran cantidad de sodas y restaurantes al alcance.
¿Cómo es nuestra relación con la GAM?
Costa Rica ha tenido una posición política y económica a favor de iniciativas de reforestación, conservación y gestión sostenible de parques nacionales. Pero hemos limitado y confinado la naturaleza a eso, parques nacionales. Hemos construido ciudades con conceptos que, en perspectiva, se quedan cortos. Y nuestra relación con la naturaleza parece estar en un segundo plano.
Vivimos sumergidos en espacios urbanos que nos aíslan de lo que podríamos tener. Esto sumado a que nuestra inmediatez consume nuestra atención. Nos enfocamos en las tareas de la casa y el trabajo. O lo que nuestras pantallas nos entretienen. No es de extrañar que conozcamos muy poco sobre las especies con las que convivimos. Bajo esta perspectiva, es evidente que quienes han diseñado los parques que tenemos acceso tienen otras prioridades en mente. ¿Pero queremos mantener esa relación igual?
El reto es complejo. El MINAE, SINAC y otras organizaciones han estado explorando soluciones como el Proyecto Biodiver_City San José. Sus objetivos son mejorar la conexión entre las áreas naturales y áreas urbanas verdes. Uno de sus enfoques está en la preservación de hábitats de especies endémicas y aves migratorias. Pero los problemas con nuestra visión limitada de la ciudad y la naturaleza ya están. Nos toca cambiarla desde lo individual.
Lo que inició como una simple curiosidad auditiva terminó haciéndome cuestionar el tipo de ciudad en la que quiero vivir. O si quiero vivir en una ciudad. Porque a nivel abstracto la pregunta en juego es: ¿qué tipo de relación quiero tener con el lugar donde vivo? Y no sólo qué tipo de relación tengo yo, sino qué tipo de relación tenemos con la naturaleza como sociedad.