No podemos pensar en la humanidad sin tecnología. Todos los días la usamos. Aún sin celulares o computadoras: usamos electricidad para mantener los alimentos fríos en la refrigeradora o para hacernos un café en la mañana; usamos agua para lavarnos las manos, cocinar o hidratarnos. La tecnología tiene muchas formas pero generalmente la asociamos con software.
La tecnología no aparece de la nada. Nosotros la diseñamos, la definimos, la creamos y regulamos. Es la razón por la que la electricidad es un bien público en Costa Rica y uno puede demandar al ICE por no darle servicio hasta donde está su casa. O porqué decimos que no queremos pesca de arrastre y la minería a cielo abierto. Estas cosas no aparecen de la nada. Nosotros las hacemos. Trabajamos en equipos y creamos tecnología, entendemos cómo funciona y sabemos el impacto que tiene en la vida de las personas.
Al igual que uno pensaría que un grupo de personas va a organizarse y hacer algo para que todos tengamos acceso a electricidad, o nos van alertar por los riesgos y consecuencias de la minería a cielo abierto, y la pesca de arrastre. Hay todo un sector de la sociedad que cree que quienes hacen y saben de tecnología van hacer algo por el bien común. Asumen que van haber personas que no permitirán que el gobierno o empresas abusen de la tecnología.
Y aunque sepamos cómo funciona, nada de esto es sencillo. Al final, intentar resolver el problema de la tecnología con más tecnología, es sólo una parte, pero la realidad es que es un problema humano. No podemos alertar y definir las leyes sólos, necesitamos trabajar en conjunto. Necesitamos pluralidad de voces y áreas de conocimiento. Sólo así podremos concretar conceptos tan abstractos como privacidad, anonimato, seguridad, transparencia, autonomía, etc. y cambiar las leyes que nos rigen.
Sé que no soy el único que está harto de quejarse de las redes sociales, de las mega corporaciones que chupan nuestros datos, y de la poca agencia que tenemos para cambiar esas tecnologías. Pero hay tecnologías que podemos, y podría decir que tenemos el deber de, cambiar.
Tenemos una ‘deuda técnica’ enorme. Pero hay un caso específico para empezar a unir estas ideas: las cámaras que instalaron en espacios públicos de Alajuela. Es la excusa perfecta para construir un lenguaje común. Leer, escuchar y ver. Aprender de otras partes del mundo y cómo han desarrollado e implementado esas tecnologías, sus límites, lo que pueden hacer, y las consecuencias de su uso.
Aprendemos distinto. Y a veces la cotidianeidad, o la pandemia, toma poder de nuestras vidas. Pero al organizarnos en grupo y tener metas en común nos ayudamos a avanzar poco a poco. A hacer el hábito de pensar en estos temas. Porque esto es de nunca acabar. Siempre habrá una tecnología que ‘desactualice’ las leyes que nos gobiernan.
De momento este es el caso que tenemos: ya se instalaron las primeras cámaras con reconocimiento facial que usará el Estado. Pero ¿cómo se van a usar? ¿por qué las quieren poner? ¿quién tiene acceso? ¿qué pasa si se usa mal? ¿qué significa un mal uso de esa tecnología? Tenemos muchas dudas y sólo aprendiendo y conversando vamos a poder traducir esto y alertar al resto de la sociedad.
Si estas ideas resonaron, usted sabe que nadie más nos va alertar. Sabe que somos quienes deben iniciar las conversaciones de estos temas. Así que necesitamos organizarnos y empezar a hablar. Al día de hoy, hemos hecho estas iniciativas. Todes son libres de unirse, de cuestionar y aprender con nosotres.
- Mapeando las 195 cámaras instaladas.
- Traduciendo o leyendo sobre estos temas: Privacidad Queer, El fin de la confianza.
- Preguntando o creando discusiones en el Bunqueer.
- [próximo proyecto] Podcast: Curar textos sobre estos temas y grabarlos.